En los primeros días de Abril de 1999 la revista Noticias publicaba un artículo dentro de la sección "Medicina" pero que movía al revuelo seguro: criticaba con dureza a los dibujos animados clásicos y no tanto que provocaban en los más chicos de la casa el naturalizar una gran cantidad de conductas indebidas como el beber grandes cantidades de alcohol y fumar tabaco. En definitiva, mirar grandes cantidades de televisión con dibujos de series y películas como La Pantera Rosa, 101 Dálmatas, El Jorobado de Notre Dame, Anastasia o Los Simpsons generarían no sólo mayor probabilidad de entrar en el mundo de las adicciones sino también fomentar la obesidad infantil. Las opiniones de los especialistas son de lo más variadas: desde los que le atribuyen a la "caja boba" cierta responsabilidad en las desviaciones de la vida de los jóvenes al mismo tiempo que sus padres, hasta los que directamente denuncian que narcotraficantes financiaban a los dibujos animados para fomentar el vicio.
Pero para los que piensen que fueron los años 90 los responsables de la degeneración de la sociedad y la pérdida de la inocencia de los dibujitos animados, ya en 1984 la revista La Semana (tal cual se llamaba Noticias en esos años) anunciaba un artículo similar dedicado exclusivamente a los inoxidables Tom & Jerry. Por aquél entonces el gato y el ratón que Los Simpsons supieron parodiar muy bien un tiempo después estaban en boca de todos debido a que sus episodios transmitidos por ATC (que ya tenían unas cuantas décadas) estaban siendo analizados por los especialistas de siempre y aparentemente se volvieron un mal ejemplo, violento y fomentador del "bullying", para la juventud.
La propuesta de La Semana fue reunir a una serie de especialistas en el Hotel Bauen, hacerlos ver "proyecciones" de varios capítulos de la serie de la MGM y escuchar sus conclusiones, en base a un rumor sobre si debían prohibirse porque hasta llegaron a ser etiquetados como "ideológicamente peligrosos", una calificación llamativa habiendo salido de la Dictadura tan recientemente. A pesar de los 40 años pasados, las conclusiones sacadas no son muy diferentes a las que se sigan sacando los sesudos profesionales a la hora de analizar contenidos antiguos y seguir debatiendo si se deben prohibir, censurar, regular, "dosificar", mirar con acompañamiento de mayores o dejar todo como está. Se aprovecha para hacer referencia al caso de censura sufrido por Olmedo por su personaje de Piluso en 1981: no sería la primera vez que el actor sería sometido a esa práctica.
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