El Gran libro de las Marcas fue una recopilación de envoltorios, envases, publicidades y avisos sobre muchos productos: golosinas, galletitas, chocolates, alimentos, bebidas, medicamentos, productos de limpieza, cosmética, perfumería, higiene, etc. Lo comencé en 2002 y lo terminé en 2006. Llegamos al 2012 y, 10 años después, y con las posibilidades de interacción de la actualidad, decidí retomar las colecciones para agrandarla aún mas. Con el propósito de compartir los logros realizados en esa vieja y en esta nueva etapa, se crea este blog. También será el canal de comunicación para todos los que se ofrezcan a vender cosas que ustedes tengan, y así agrandar la colección. Saludos y ojalá que lo disfruten!

jueves, 11 de abril de 2019

Pendiendo de una mozzarella



En el baúl de las joyas que llegaron al país en los años 90 hay un lugar privilegiado para un producto que supo en su momento ser excelentemente bien vendido y que en otros países nunca se dejó de comercializar: hablamos de unas pitucas tiritas de queso que venían empaquetadas por unidad, tanto de mozzarella como de cheddar, en la época en que no era un queso tan popular como ahora. Este artículo, para nada barato, lo comercializaba Parmalat (en un paquete violeta que hizo creer a algunos que era un producto hecho por Cadbury) y se llamaba Cheestrings. A fines de los 90 estos “snacks de queso” se comenzaban a producir en la Argentina, con el prometedor futuro de ser la segunda sede del mundo en el que Parmalat decidía hacer este producto éxito en otras regiones.
No se trataba ni de casualidad de un producto de primera necesidad, pero la publicidad hizo que muchos niños de la época ansiaran probar ese queso que tenía la habilidad de deshilacharse y comerse de a tiritas. Para los padres, también había información pertinente: las propiedades naturales del queso, su calcio y vitaminas y ser un producto sin conservantes lo convertían en un snack saludable para llevar al colegio, en épocas en que no estaba en boga discutir sobre los “kioscos saludables”. Además, su individualista presentación en un paquetito particular era muy tentador para degustar, fuera uno chico o grande.
Inauguramos la temporada 2019 de regresos inesperados anunciando que justamente llegamos a ver entre la góndola de congelados los denominados Strings de La Paulina. Luego de la conmoción inicial, podemos ver que hay muchos elementos para comparar: el nombre que presenta la palabra más recordada de la vieja marca, el producto de Parmalat de los 90 también tenía un personaje-queso con la punta desarmada emulando su pelo, como el presentado por La Paulina. Siendo más detallistas, todo lo que rodea el paquete (volver a hablar de las propiedades saludables del queso, considerarlo un producto infantil, sugerirlo como merienda escolar) está dirigido al mismo público de antaño también, actualizando lo que corresponda. Las diferencias: éste producto es importado (hecho en USA por los dueños de La Paulina, Saputo), viene en un tamaño mucho más grande (12 unidades contra las 4 o apenas 2 de Parmalat) y sólo dispone de presentación en mozzarella. Nada de cheddar ni otros quesos raros.
Si se están preguntando si se trata de la misma marca o similar a la que vino antes, esto podemos decir: la marca Cheestrings, la “original” y que más jugo le ha sacado mundialmente a esta idea, es comercializada en otros países por empresas como Melrose o Black Diamond. En aquellos lugares (Australia, Nueva Zelanda, Canadá, Reino Unido, etc) han evolucionado al punto de fusionar mozarella y cheddar en un mismo bastoncito, tener cheso saborizado a pizza o salame, vender packs de queso junto a pretzels o galletitas tipo Rex para acompañar en picadas y hasta tener una presentación libre de lactosa. El producto de La Paulina no pertenece a esa línea de licenciatarios (Parmalat como tal hace rato que se la llevó la marea) sino que es una imitación estadounidense. Esto no le resta calidad, pero vale aclarar que es una copia del “genérico”.


Efectivamente son bastones ricos para comer a cualquier hora, se pueden desarmar en tiritas (no tan estéticamente como los avisos de la tv noventera) y aportan energía sin caer pesados. Se pueden comer a temperatura ambiente, recién sacados de la heladera o con galletitas, pan o lo que quieran. Así y todo, con tan poca (por no decir nula) publicidad que le han hecho, es difícil que un producto así tenga éxito. Poniéndonos realistas, la versión de los 90 tampoco explotó en ventas. Que personas vean el envase en la góndola del súper y piensen que son bastoncitos para pizzetas da la idea de lo complicado que puede ser tratar de imponer una idea así en el mercado nacional.
De todas formas, celebramos que las empresas le sigan buscando la vuelta para darle el gusto a los ex-niños que añoran productos de otras épocas, para que en el mejor de los casos le hagan probar a sus hijos lo que antes los enloquecía. Y por qué no, ayudará a algunos a preguntarse “en serio me volvía loco por querer comer esto?” y plantearse cuándo fue que maduraron y se volvieron adultos muy responsables. Seguiremos a la espera de otros productos que muchos anhelan su regreso, como el 1,2,3 Listo de Royal, el postrecito Sandy o los 3D de jamón y queso. Creo que no necesito recordarles que mucho de lo que se escribió por aquí muchas veces se terminó cumpliendo…

1 comentario:

  1. Hola, sigo esperando el lanzamiento del producto, alguna novedad? De ser así por favor responder

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