Durante este Abril estamos
cumpliendo el aniversario 25 de un suceso impactante para lo que fue el mundo
galleteril y alimentario nacional, el cual todavía genera su propia polvareda
(de miguitas de galleta, obviamente). Es que luego de haber estado meditando la
decisión desde fines de 1993, hace 25 años se concretaba la venta del “Establecimiento
Modelo Terrabusi” a manos de la estadounidense Nabisco.
La firma norteamericana había
tenido ya para esa época un larguísimo periplo: nacida en 1889 de la mano de la
fusión de una fábrica de galletas marineras de Massachusetts nacida en 1792
llamada Pearson & Sons Bakery y otras 6 empresas menores, fue el británico
William Moore al que se le ocurrió adquirir todas estas fábricas y fundar la
denominada NAtional BIScuit COmpany. Esta sociedad original pudo durar por lo
menos hasta 1981, cuando Nabisco se fusiona con una empresa denominada Standard
Brands y cuatro años más tarde con la tabacalera RJ Reynolds. Esta fecha e
considera el año oficial de su disolución como empresa autónoma, dependiendo de
ahí en más del destino de las tabacaleras: en 1999 la iba a adquirir Phillip
Morris.
Pero volviendo a la Argentina, el
caso tuvo un impacto muy grande en nuestra historia: luego de haber meditado
entre comprar Bagley o Terrabusi, los magnates optaron por esta última. Durante
este proceso de venta, ocurrió lo siguiente: los miembros del directorio
argentino utilizaron información privilegiada de la compañía para operar en la
Bolsa de Comercio. En el 93 las partes firman un Acuerdo de Entendimiento donde
se estipulaba el precio de cada acción, si bien este dato no trascendía públicamente.
Los accionistas vendían acciones a un precio superior al ofrecido por Nabisco
para luego recomprar los mismos papeles cuando cotizaban por debajo del precio
acordado. Estas ventajitas que se desarrollaban por sobre el público inversor (que
desconocía tanto el valor inicial de las acciones como una suba de ellas
acordada a principios del 94) fue investigada por la CNV y determinó en 1996 el
primer caso de “insider trading” argentino, el cual todavía se recuerda tanto
por su investigación como por las sucesivas apelaciones que se produjeron.
Después de semejante nacimiento,
la nueva Terrabusi difícilmente podía tener buenas intenciones para con todos
sus productos: progresivamente fueron desapareciendo los artículos poco
rentables, mandando al baúl de los recuerdos a marcas como las obleas Bésame,
las galletitas Aventura, Sorbona y Santa Paula o el alfajor Ringo. Inclusive se
detuvieron algunos negocios curiosos, como la importación y distribución de
bebidas como la gaseosa yanqui Shasta. Otras creaciones más rentables como las
Kremokoa o las María aguantaron algunos años más. Llegaron muchas ideas extranjeras que
quisieron quedarse a la fuerza, y no todas lo lograron: así pasaron las Ritz,
las Trakinas, las Chipits, las Sketch, las Triggy, las Club Social, los Spins…
y si, evidentemente no todos pueden recordar esa lista.
Pero había una galleta, de las
primeras que Nabisco horneaba, que apareció en 1995 en el mercado argentino y
fue acogida con mucho cariño: las Oreo junto a su manera de manchar los dientes
y las uñas llegaron para quedarse. Existe una historia interesante con ellas,
el día que se dieron cuenta que aquí ya existían galletitas que le hacían
frente como las Melba: fue una decisión de Nabisco en cuanto puso un pie en
Terrabusi el ir abaratando y empobreciendo la receta, presentación y publicidad
de las Melba para hacerlas desaparecer del mercado y que sólo tuvieran sus
amadas Oreo como las líderes indiscutidas del mercado. Nunca lo lograron y cuando
Terrabusi pasa a ser controlada por Kraft a partir de los 2000, esa estrategia
se abandona, generando una tensa relación entre una marca que quiso matar a la
otra sin éxito.
Desde ese 1994 Terrabusi no fue
el mismo: vio achicar sus envases, desaparecer algunos de sus productos más
prestigiosos pero poco rentables y se terminó emparentando con otros compañeros
extraños de ruta: los jugos Tang y Clight, los chocolates Milka y Suchard, las
pastas Vizzolini y Don Felipe, los chicles Bazooka, el Mantecol y hasta por un
breve tiempo las gomitas Billiken y las pastillas DRF. El actual pulpo
denominado Mondelez que incluye otras empresas como Cadbury, Stani, Adams,
Royal o Toblerone es tan grande y complejo para describir que nos perderíamos
entre tanto producto saludable.
Queremos terminar este
desorganizado recuerdo con otro de los grandes cambios impuestos por Nabisco:
la lenta desaparición de las tradicionales cajas familiares de galletitas con
sabores más puros y únicos. Ilustramos este recuerdo con dos marcas inolvidables
que, si bien siguen existiendo, muchos concuerdan que ya no son lo mismo:
Lincoln y Boca de Dama, las dos con fecha de vencimiento de 1985. Para más
datos melancólicos, ambas cajas venían juntando papelitos y boletas viejas
desde hacía añares, bien lejos de su función de albergar galletitas...
¿Qué pensaría Don Ambrosio
Terrabusi viendo lo que se convirtió su amada fábrica modelo y su chica con
paraguas? Quién sabe: es un tema serio para reflexionar fumando un cubanito de
chocolate…
¿Qué pensaría Don Ambrosio
Terrabusi viendo lo que se convirtió su amada fábrica modelo y su chica con
paraguas? Quién sabe: es un tema serio para reflexionar fumando un cubanito de
chocolate…
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