En los últimos días se produjo una
interesante polémica en torno a lo que decidió hacer la empresa de cosméticos
por catálogo más famosa del planeta: Avon decidió retocar su logo, regresando a
uno muy similar al que supo tener hasta principios de los 90. De esta manera,
el logo tan consolidado que ha caracterizado a la compañía en los últimos años
(y que lo vemos representado en la primer foto, en esa colonia Far Away) es
abandonado y el nuevo es asombrosamente similar al que vemos en la segunda
foto, ni más ni menos que una publicidad alemana de 1984. Las diferencias
podrían ser mínimas: la letra “O” aparece un poco más torcida y las letras son
más gruesas, pero es esencialmente el mismo logo, y que gran parte de los
expertos en el tema lo ven como una tipografía demasiado similar al logo de Cannon.
La construcción de una marca de
estas características ha llevado increíblemente una gran cantidad de años,
incluso más de un siglo: el concepto de venta de estos productos fue gestado
por el neoyorkino David H. McConnell, quien en 1879 comenzó un trabajo de
vendedor puerta a puerta de libros, yéndole tan bien que se queda con el
negocio de su propio jefe. A partir de 1880, comienza a comercializar un
perfume floral fabricado por él mismo, el cual se obsequiaba con los libros: el
hecho de que tuviera más éxito dicho perfume que los libros fue el puntapié
para empezar a pensar para dónde iba a ir el negocio de ahí en más. Ese perfume
primogénito se llamaba Little Dot, y venía en 5 fragancias: rosa, lirio,
violeta, Jacinto y “heliotrope”.
En 1886 nace la compañía
denominada CPC (California Perfume Company) en donde el mismo McDonnel se
encargaba de vender directamente toda una serie de fragancias de su autoría,
sumándosele rápidamente lociones corporales y cremas faciales. La primera
empleada (y por ende la primera “revendedora”) de este sistema se llamó Persis
Foster Eames Albee, una mujer de 50 años viuda y con dos hijos, que se dedicaba
a vender estos productos mientras al mismo tiempo atendía un almacén en
Winchester. Las campañas de productos eran mensuales y sus famoso catálogos…
sólo contenían texto!
Pero para llegar al dichoso
nombre Avon tenemos que mudarnos a 1929, cuando por fin se lanza una línea con
este nombre y tiene tanto pero tanto éxito que diez años más tarde se vuelve el
nombre oficial de la compañía. ¿A quién se le ocurrió ese nombre y qué
significa? Se trató de una especie de homenaje a McConnel, ya que él tenía como
escritor predilecto a William Shakespeare y Stratford-upon-Avon es su lugar de
nacimiento. Semejante nombre significa originariamente “Stratford sobre el Río
Avon” ya que allí hay un río llamado así. ¿Y por qué ese río se llama así? Es
bastante curioso: aparentemente Avon es la “anglicanización” del término galés
Afon, que significa Río. Así que podemos decir que Avon significa eso y varias
cosas previas también, al mismo tiempo.
Llamativamente durante la Segunda
Guerra Mundial, Avon se volvió una empresa dedicada a fabricar paracaídas,
máscaras de gas y medicamentos. Si bien la cosmética fue su principal fuerte,
siguió produciendo equipamiento médico y productos químicos hasta 1994: recién
e ese año se dedican únicamente al mundo de la estética. El “únicamente” siguió
sostenido entre alfileres porque con los años tampoco les fue mal
comercializando productos para el hogar, joyería y hasta juguetes.
Si nos vamos para su costado
filántropo, hay dos pilares que siempre caracterizaron a la denominada
Fundación Avon: la violencia de género (a través del programa “Alza la Voz”
iniciado en 2004) y el cáncer de mama, iniciando campañas de prevención desde
1992. Además, desde 1989 ya no testean sus productos con animales, pero hay un
terreno turbio para analizar: la famosa
PETA sí incluye a la compañía en la lista de empresas que lo realizan, y la
respuesta vertida por la misma Avon es muy ambigua. Se afirma que no realizan
testeos de manera directa, que no lo aprueban en los laboratorios que trabajan
con ellos de manera externa… pero que hay ciertos países donde la legislación
obliga el uso de pruebas de seguridad adicionales, y cuando no se puede negociar
este término, a ellos no les queda otra que “cumplir la ley”. Ante la pregunta,
también vertida en su página web, sobre “¿Y por qué no abandonan los países donde
no se puede cumplir con la negativa al maltrato animal?” su respuesta es la
siguiente: consideran que permanecer en dichos países es la manera de inducir
los cambios necesarios para cambiar esas normas, mientras a la vez fomentan la
sustentabilidad ambiental y el empoderamiento de la mujer.
Volviendo al recambio del presente,
la llegada del nuevo-viejo logo vuelve a conectar a la empresa un poco más con
sus orígenes, ya que se regresa a la imagen que los supo representar durante
los 70 y 80, pero es cierto que el logo de “las letritas flacas hiper
justificadas” ya estaban bastante instaladas y va a costar mucho olvidarlas. Justo
en una época en donde, si bien nadie desconoce qué significa Avon y lo que
venden, se encuentran con una intensa competencia con otras compañías como Mary
Kay, Tsu, Millanel, Quem disse Berenice?, Ultrafarma, Idraet, Amodil y la
vedette del momento, la brasilera Natura.
El resultado lo veremos dentro de
algunos años: allí recién nos enteraremos si Avon crece aún más y recupera terreno
perdido, o si se vuelve un recuerdo de haber internacionalizado el concepto de
revender productos cosméticos: una profesión que para ciertas cosas se consideró
una oportunidad de trabajo y para otros casos se consideró algo despectivo o de
baja estopa. Como sea, mándenle un saludo a la revendedora que de seguro hay dando
vueltas en su familia, con sus revistitas y paquetitos…
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