El Gran libro de las Marcas fue una recopilación de envoltorios, envases, publicidades y avisos sobre muchos productos: golosinas, galletitas, chocolates, alimentos, bebidas, medicamentos, productos de limpieza, cosmética, perfumería, higiene, etc. Lo comencé en 2002 y lo terminé en 2006. Llegamos al 2012 y, 10 años después, y con las posibilidades de interacción de la actualidad, decidí retomar las colecciones para agrandarla aún mas. Con el propósito de compartir los logros realizados en esa vieja y en esta nueva etapa, se crea este blog. También será el canal de comunicación para todos los que se ofrezcan a vender cosas que ustedes tengan, y así agrandar la colección. Saludos y ojalá que lo disfruten!

martes, 23 de octubre de 2018

La era del copypaste




Hoy nos puede resultar tan simple el copiar un archivo en un celular o fotocopiarlo en un kiosco o facultad, pero muchos pueden llegar a sorprenderse con el dato de que estos aparatos mágicos para infinitas copias (mientras haya tóner) existen relativamente hace poco, y más en el interior del país. Para la época de la primera publicidad (ni más ni menos que 1942) pero también hasta bien entrados los 80 el aparatejo que conseguía copias para estudiantes y fanáticos de la lectura de bajo presupuesto se llamaba… mimeógrafo! esta pseudo máquina de impresión tuvo una vigencia de muchísimas décadas, perfeccionándose con el tiempo y siendo muy útil en escuelas y facultades para copias a bajo costo. Primero se redactaba lo que se quería copiar “a máquina” (de escribir) sobre un papel-molde llamado stencil. La máquina de escribir iba perforando ese molde y luego se llenaba de tinta esos surcos para las copias. Este stencil se iba deteriorando con los usos, así que tras unas 50 copias debía de fabricarse uno nuevo. El Duplicador Mimeograph del aviso (importado por Casa Lee en la Argentina) no sólo afirmaba ser eficiente y rápido para copiar textos sino también ilustraciones con varias tintas y estilos de letra, una verdadera plataforma multimedia analógica que se aprovechaba al máximo si, obviamente, se utiliza el papel stencil original de Mimeograph. El stencil también se podía rayonear a mano y de esa manera era posible también copiar directamente dibujos o manuscritos, para pasarle tus apuntes a algún compañero. Demás está decir que se trataba de un sistema manual de girado de rodillo para “imprimir” (en el sentido más literal de la palabra) los surcos de tinta sobre los papeles blancos, pero con el tiempo llegó a automatizarse y a permitir facilidades como elegir el tamaño de papel para cartas o folletos (tanto publicitarios como políticos) y lograr hasta 500 copias. No sólo logró ayudar a una gran cantidad de escolares y universitarios, sino que supo servir además para la difusión de libros prohibidos durante distintos regímenes dictatoriales a lo largo de la historia. Una de las marcas más conocidas de este sistema era Facit, una empresa sueca nacida en los 60 que en sus años de esplendor supo pertenecer a Electrolux primero y Ericsson después, cerrando definitivamente en 1998. Como un hermano menor de este sistema (también denominado ciclostil) supo existir además el copiado mediante un traspaso de tinta a través de una solución de alcohol (la marca más famosa era Copiatic), pero ambos artefactos quedaron en desuso a partir de los años 80 con la progresiva irrupción de las gigantescas primeras fotocopias. La primera de San Juan llegó recién en 1982 y lógicamente estaba a disposición de la Universidad Nacional, aunque sus costos eran bastante elevados. Cuando ya se trataba de un aparato conocido por la mayoría es que Canon en 1988 puede darse el lujo de anunciar en revistas de interés general que… llegó la fotocopiadora a color! No sólo era capaz de reproducir copias bien vistosas sino que tenía la habilidad de distorsionar y ampliar imágenes, copiar filminas, invertir el negativo y positivo de una película de fotos y se presenta como muy fácil de manejar, algo que no es nada despreciable. Para seguir en onda con Canon, metemos de yapa un aviso de 1999 donde ya iban apareciendo las impresoras y copiadoras que conocemos en la actualidad. Estas últimas máquinas, vendidas a 142 dólares, probablemte ya hayan sido dadas de baja hace rato, mientras que las viejas fotocopiadoras de los 80 aún siguen andando, y más de una austera imprenta anda ocupando remedos de mimeógrafos por ahí para seguir produciendo. Máquinas grandes, lentas y en muchos casos ruidosas, que generaban visto a la distancia un gran trabajo para conseguir una copia de eso que tan ansiadamente queríamos. Un gran esfuerzo de trabajo que hay que recordar cada vez que ponemos Ctrl + C y Ctrl + V en nuestros teclados…

No hay comentarios:

Publicar un comentario