El Gran libro de las Marcas fue una recopilación de envoltorios, envases, publicidades y avisos sobre muchos productos: golosinas, galletitas, chocolates, alimentos, bebidas, medicamentos, productos de limpieza, cosmética, perfumería, higiene, etc. Lo comencé en 2002 y lo terminé en 2006. Llegamos al 2012 y, 10 años después, y con las posibilidades de interacción de la actualidad, decidí retomar las colecciones para agrandarla aún mas. Con el propósito de compartir los logros realizados en esa vieja y en esta nueva etapa, se crea este blog. También será el canal de comunicación para todos los que se ofrezcan a vender cosas que ustedes tengan, y así agrandar la colección. Saludos y ojalá que lo disfruten!

viernes, 31 de agosto de 2018

El encanto de especular (1990)


No me vengan con dólares: la mejor manera de ahorrar es en oro, porque el oro está en alza como reza este aviso del Porfolio La Nación de 1990. Porque con estas simples tarjetitas te podías ganar suculentos australes… y un lingote de oro mensual! Aunque en otras épocas también aparecieron joyas, autos, obras de arte y viajes al exterior. Simplemente había que revisar las cotizaciones de bolsa del día y compararlo con los números de tu cartón, con la grandísima ventaja de que las tarjetas no caducaban sino que podían seguirse usando indefinidamente. Y ese “indefinidamente” abarcó desde 1986 hasta 1994. Un detalle que seguramente damos por sentado: las tarjetas no venían con el diario, sino que se debían pedir por correo o buscarse personalmente a la empresa, y solo una por persona. En consecuencia, hubo gente que se cambiaba la ropa para recibir más de una, o que inclusive por los nervios de querer llevarse todo puesto podían llegar a romper un local de entrega con tal de llevarse todas. Una curiosísima manera de jugar a ser especuladores y financistas sin el riesgo de perderlo todo en el camino, y gastando apenas lo que salía el diario para buscar los nuevos valores de la Bolsa de Comercio. Una mínima inversión para ganarse la vida que el estereotipo de lector de La Nación se merece…

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