Hace una década comenzó a aflorar mediáticamente una bizarra moda armada
bastante a las apuradas y que fue criticada por todos los flancos posibles,
principalmente por su inconsistencia en lo que se suponía que debía marcar un
“estilo de vida”: programas de tevé, revistas y radios se vieron en la
obligación a hablar de la noche a la mañana de unos tales Floggers, los
representantes más extrovertidos de las denominadas a partir de entonces
“tribus urbanas”. Las primeras fotos corresponden a una especie de catálogo de ropa
oficial del grupo Babasónicos del año 2008, profundamente atravesado por esta
moda: pantalones coloridos, remeras flúor, peinados que cubrían la cara en
sitios milimétricamente medidos, lentes oscuros con diseños ochenteros para
usar hasta en plena noche, accesorios igual o peor de colorinches que los
anteriores, etc. Estos personajes se encolumnaban detrás de una marca que por
ese momento estaba en su máximo esplendor: Fotolog era la más conocida, pero
Metroflog era igual de válido. Sitios que permitían subir fotos con sus
flamantes cámaras digitales al ritmo de una por día. Sólo la moda y la
necesidad de pertenencia que sufre un adolescente puede entender por qué estas
páginas tan poco prácticas y personalizables eran más populares que los mucho
mejor estéticos y sencillos de manejar y personalizar Blogs: mientras éstos
otros permitían infinidad de tipografías y fotos el mismo día, los “flogs”
permitían eso si se les pagaba. El escribir constantemente en estos sitios fue
creando un lenguaje particular que a los noteros de televisión les encantaba
preguntar para quedar de lo más incisivos. Al lenguaje y la ropa se le sumaba
la música electrónica por sobre todas las cosas, hasta con su propio paso
adaptado que todo flogger debía de aprender para mostrar en las sucesivas
reuniones que solían realizarse en el shopping o plaza más cercana. A estas
características visuales se les empezaban a sumar los supuestos extraoficiales:
parecía que pertenecer a esta tribu implicaba un desprecio hacia otros grupos
juveniles que gustaran de otra ropa, de otra música o pertenecieran a otra
clase social. Parecía que ser flogger era sinónimo de una superioridad moral
difícil de igualar, condición que los hizo blanco constante de burlas y
agresiones físicas. Sobre si empezaron ellos o los otros es una discusión
eterna. Podían también plantearse desde lo contrario: chicos que buscaban la
consagración y la fama con quienes compartían sus gustos y sufrían el maltrato
por parte de quienes no podían soportar que fueran como ellos. Esos “ellos”
podían ser los denominados emos, o también los rollingas, o los cumbieros o el
que estuviera en el momento dispuesto a pelear. Además de lo ridículos o
presumidos que podían resultar, se le sumaba la crítica de los especialistas y
gente grande en general: total falta de interés por la política, el compromiso
social y algo de cultura que no fuera simplemente sacarse fotos y cuidarse el
aspecto. Así llegamos a la etapa donde pasaron a tener representantes con cara
identificable como Cumbio o Marco, imitadores en la televisión, cientos de
artículos en los diarios y una gran cantidad de promociones de empresas
fabricantes de chupines, lentes y cámaras de fotos. Consiguiendo una gran
cantidad de seguidores podías volverte famoso, que otros chicos se fanaticen
inexplicablemente con vos, ser invitado a algún programa y recibir dinero y
canjes por presencias en boliches, además de esquivar alguna que otra piña
ocasional. Llegamos a 2009 con un fenómeno rápidamente popular que ya empezaba
a ser rentable para varias marcas: Bippie ofrecía fotos de los flamantes ídolos
pagando por la descarga, un programa de cable íntegramente dedicado a ellos en
el recientemente inaugurado Quiero Música, eran mencionados en un aviso para
Club Social, la Editorial Planeta sacó un libro sobre la vida de Cumbio…
dejaban de ser una amenaza social para ser absorbidos por el sistema. Ya no
eran delincuentes en potencia ni íconos estéticos disruptivos sino sujetos que
hasta caían simpáticos a madres y abuelas. Y como bien sabemos, cuando una moda
así pasa a ser aceptada socialmente ya no tiene razón de ser y va
desapareciendo de a poco. En el camino ayudó bastante los escraches colectivos
que podían sufrir los chicos así: flogger podía tomarse como un insulto. Hasta
2010 se siguió hablando de ellos, pero no mucho más. El Fotolog y el MSN (tan
bien aclarado en las fotos de los modelos para así decirles… algo) tampoco
duraron tanto y fueron aplastados por las redes sociales actuales. Eso sí, los
medios no quisieron perderse la oportunidad de reírse de alguien y a medida que
fueron viendo la retirada de los floggers, se empecinaron en traer más bandas
de jóvenes que fueran una tribu urbana de algo: tuvieron así cámara los
cosplayers, los otakus, los rockabilly, los reggaetoneros, los wachiturros…
hasta los que se vestían de zombies en el Planetario eran considerados tribu
urbana con tal de rellenar horas de aire. Pasaron los años, la juventud buscó
tener una identidad menos frívola y más politizada en ciertos aspectos, la
televisión dejó de reírse de los demás para buscar copiar a las tendencias del
momento y así evitar ser menos vista cada día y la gente que se considera
normal y social suele tener el hábito constante de sacarse fotos y tener una
indumentaria sólo para eso: ahí hay todo un camino allanado por los
cuestionamientos de antaño. Sacarle jugo a la popularidad obtenida por un
Instagram ya no es cuestionable ni reprochable. Pareciera ser que se está más
cerca del ideal de que cada uno puede hacer lo que quiera sin joder al otro,
pero hasta por ahí nomás. Allá a lo lejos quedaron dos canciones dedicadas a
los floggers: “Ji Jo” de Árbol (más ácida e irreverente para con ellos) y
“Tribus Urbanas” de Los Auténticos Decadentes (más compasiva y buscando el
consenso de todos). Mientras seguimos buscando entender a la juventud, dejamos
fotos con modelos de 1974 y 1984: pantalones colorinches, lentes ahumados y
peinados extravagantes… qué década puede tirar la primera piedra para burlarse
de la otra?
El Gran libro de las Marcas fue una recopilación de envoltorios, envases, publicidades y avisos sobre muchos productos: golosinas, galletitas, chocolates, alimentos, bebidas, medicamentos, productos de limpieza, cosmética, perfumería, higiene, etc. Lo comencé en 2002 y lo terminé en 2006. Llegamos al 2012 y, 10 años después, y con las posibilidades de interacción de la actualidad, decidí retomar las colecciones para agrandarla aún mas. Con el propósito de compartir los logros realizados en esa vieja y en esta nueva etapa, se crea este blog. También será el canal de comunicación para todos los que se ofrezcan a vender cosas que ustedes tengan, y así agrandar la colección. Saludos y ojalá que lo disfruten!
¡Muy buena la publicación!
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