El Gran libro de las Marcas fue una recopilación de envoltorios, envases, publicidades y avisos sobre muchos productos: golosinas, galletitas, chocolates, alimentos, bebidas, medicamentos, productos de limpieza, cosmética, perfumería, higiene, etc. Lo comencé en 2002 y lo terminé en 2006. Llegamos al 2012 y, 10 años después, y con las posibilidades de interacción de la actualidad, decidí retomar las colecciones para agrandarla aún mas. Con el propósito de compartir los logros realizados en esa vieja y en esta nueva etapa, se crea este blog. También será el canal de comunicación para todos los que se ofrezcan a vender cosas que ustedes tengan, y así agrandar la colección. Saludos y ojalá que lo disfruten!

viernes, 27 de julio de 2018

Borrá esas fotos! (2008)




Hace una década comenzó a aflorar mediáticamente una bizarra moda armada bastante a las apuradas y que fue criticada por todos los flancos posibles, principalmente por su inconsistencia en lo que se suponía que debía marcar un “estilo de vida”: programas de tevé, revistas y radios se vieron en la obligación a hablar de la noche a la mañana de unos tales Floggers, los representantes más extrovertidos de las denominadas a partir de entonces “tribus urbanas”. Las primeras fotos corresponden a una especie de catálogo de ropa oficial del grupo Babasónicos del año 2008, profundamente atravesado por esta moda: pantalones coloridos, remeras flúor, peinados que cubrían la cara en sitios milimétricamente medidos, lentes oscuros con diseños ochenteros para usar hasta en plena noche, accesorios igual o peor de colorinches que los anteriores, etc. Estos personajes se encolumnaban detrás de una marca que por ese momento estaba en su máximo esplendor: Fotolog era la más conocida, pero Metroflog era igual de válido. Sitios que permitían subir fotos con sus flamantes cámaras digitales al ritmo de una por día. Sólo la moda y la necesidad de pertenencia que sufre un adolescente puede entender por qué estas páginas tan poco prácticas y personalizables eran más populares que los mucho mejor estéticos y sencillos de manejar y personalizar Blogs: mientras éstos otros permitían infinidad de tipografías y fotos el mismo día, los “flogs” permitían eso si se les pagaba. El escribir constantemente en estos sitios fue creando un lenguaje particular que a los noteros de televisión les encantaba preguntar para quedar de lo más incisivos. Al lenguaje y la ropa se le sumaba la música electrónica por sobre todas las cosas, hasta con su propio paso adaptado que todo flogger debía de aprender para mostrar en las sucesivas reuniones que solían realizarse en el shopping o plaza más cercana. A estas características visuales se les empezaban a sumar los supuestos extraoficiales: parecía que pertenecer a esta tribu implicaba un desprecio hacia otros grupos juveniles que gustaran de otra ropa, de otra música o pertenecieran a otra clase social. Parecía que ser flogger era sinónimo de una superioridad moral difícil de igualar, condición que los hizo blanco constante de burlas y agresiones físicas. Sobre si empezaron ellos o los otros es una discusión eterna. Podían también plantearse desde lo contrario: chicos que buscaban la consagración y la fama con quienes compartían sus gustos y sufrían el maltrato por parte de quienes no podían soportar que fueran como ellos. Esos “ellos” podían ser los denominados emos, o también los rollingas, o los cumbieros o el que estuviera en el momento dispuesto a pelear. Además de lo ridículos o presumidos que podían resultar, se le sumaba la crítica de los especialistas y gente grande en general: total falta de interés por la política, el compromiso social y algo de cultura que no fuera simplemente sacarse fotos y cuidarse el aspecto. Así llegamos a la etapa donde pasaron a tener representantes con cara identificable como Cumbio o Marco, imitadores en la televisión, cientos de artículos en los diarios y una gran cantidad de promociones de empresas fabricantes de chupines, lentes y cámaras de fotos. Consiguiendo una gran cantidad de seguidores podías volverte famoso, que otros chicos se fanaticen inexplicablemente con vos, ser invitado a algún programa y recibir dinero y canjes por presencias en boliches, además de esquivar alguna que otra piña ocasional. Llegamos a 2009 con un fenómeno rápidamente popular que ya empezaba a ser rentable para varias marcas: Bippie ofrecía fotos de los flamantes ídolos pagando por la descarga, un programa de cable íntegramente dedicado a ellos en el recientemente inaugurado Quiero Música, eran mencionados en un aviso para Club Social, la Editorial Planeta sacó un libro sobre la vida de Cumbio… dejaban de ser una amenaza social para ser absorbidos por el sistema. Ya no eran delincuentes en potencia ni íconos estéticos disruptivos sino sujetos que hasta caían simpáticos a madres y abuelas. Y como bien sabemos, cuando una moda así pasa a ser aceptada socialmente ya no tiene razón de ser y va desapareciendo de a poco. En el camino ayudó bastante los escraches colectivos que podían sufrir los chicos así: flogger podía tomarse como un insulto. Hasta 2010 se siguió hablando de ellos, pero no mucho más. El Fotolog y el MSN (tan bien aclarado en las fotos de los modelos para así decirles… algo) tampoco duraron tanto y fueron aplastados por las redes sociales actuales. Eso sí, los medios no quisieron perderse la oportunidad de reírse de alguien y a medida que fueron viendo la retirada de los floggers, se empecinaron en traer más bandas de jóvenes que fueran una tribu urbana de algo: tuvieron así cámara los cosplayers, los otakus, los rockabilly, los reggaetoneros, los wachiturros… hasta los que se vestían de zombies en el Planetario eran considerados tribu urbana con tal de rellenar horas de aire. Pasaron los años, la juventud buscó tener una identidad menos frívola y más politizada en ciertos aspectos, la televisión dejó de reírse de los demás para buscar copiar a las tendencias del momento y así evitar ser menos vista cada día y la gente que se considera normal y social suele tener el hábito constante de sacarse fotos y tener una indumentaria sólo para eso: ahí hay todo un camino allanado por los cuestionamientos de antaño. Sacarle jugo a la popularidad obtenida por un Instagram ya no es cuestionable ni reprochable. Pareciera ser que se está más cerca del ideal de que cada uno puede hacer lo que quiera sin joder al otro, pero hasta por ahí nomás. Allá a lo lejos quedaron dos canciones dedicadas a los floggers: “Ji Jo” de Árbol (más ácida e irreverente para con ellos) y “Tribus Urbanas” de Los Auténticos Decadentes (más compasiva y buscando el consenso de todos). Mientras seguimos buscando entender a la juventud, dejamos fotos con modelos de 1974 y 1984: pantalones colorinches, lentes ahumados y peinados extravagantes… qué década puede tirar la primera piedra para burlarse de la otra?



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