En otros tiempos
era habitual que una empresa que se instalaba en un pueblo se relacionara tan
intensamente con la cultura de los alrededores que pasaba a formar parte
indivisible de la identidad del lugar. Un ejemplo bastante recordado es el de
la bodega La Superiora de la provincia de San Juan: hace añares que ya no
existe más pero la calle que tiene frente a ella se le sigue diciendo “La
Superiora” en lugar de su verdadero nombre “Dr Ortega”, una costumbre muy
arraigada entre los vecinos y que los turistas aman tanto después que se pasan
toda una tarde tratando de encontrar una calle que no está inscripta en ningún
lado. Como se dijo antes, se trata de una marca muy vinculada con su zona de
origen (Villa Krause, Rawson) pero sólo una parte de su historia tiene que ver
con Cuyo: su casa matriz quedaba en Buenos Aires, siendo fundada en 1897 por el
español Manuel Lemos. Ese año quedaría a partir de entonces inscripto en sus
botellas, tal como vemos en la primer imagen: una publicidad de 1967 del vino
Superiora Viejo, aunque también se hace mención a las variedades Relicario,
Lemos Selecto y Las Vegas tipo Riesling. El origen del nombre de la bodega se
debe a la monja que se hizo amiga de Manuel Lemos cuando él venía en barco
desde España. Existe una teoría menos romántica: la casa natal de Lemos quedaba
en la Villa Superiora. Sea un homenaje o no, nació primero el local de venta de
vinos, y ya para 1911 se inaugura la primera bodega en Maipú, Mendoza. La
ubicada en San Juan llegaría en 1920. Hasta ese momento el vino se compraba en
vagones en Cuyo y era envasado en Buenos Aires, pero con esta jugada
facilitaban los costos y aseguraban la calidad siendo también productores de la
materia prima. Paralelo a este crecimiento, en varios rincones del país se
inauguraban sucursales de La Superiora, dedicadas a vender vino suelto y
envasado. El hecho de vender también vino suelto impregnaba estos locales con
un inconfundible y penetrante aroma: además, todos los locales contenían la
misma disposición de bordalesas con canillas y piso de aserrín, muchos años
antes de que se acuñara el término “franquicia”. Tal como lo relata el sitio La
Región Internacional, el entusiasmo de Lemos era inagotable e intentaba a cada
rato alguna idea nueva: es así como en 1927 realizan convenios con los
Ferrocarriles para que pasara el tren directamente por delante de sus bodegas(obviamente
pintado con el logo de la empresa), facilitando la logística. Supo desarrollar
una escuela para sommeliers, una biblioteca enológica y hasta la curiosa idea
de poner una persona vestida de rojo paseando por la vereda de sus locales como
publicidad para épocas de cosecha que se distinguía bien de lejos. Algo también
innovador fue el asociar la sociedad anónima La Superiora con los mismos
obreros asegurando su participación, ya que se trataba de un hombre
profundamente preocupado por la equidad y la distribución social de la riqueza.
No por nada se dedicó también a la construcción de barrios y escuelas para sus
empleados. Ya en los años 30 los locales La Superiora ofrecían cualquier tipo
de marcas de vinos (no sólo los propios) y habían diversificado su mercado de
la uva más allá del vino: también producían caramelos, mermelada, extracto y
hasta pan de uva. También elaboraban el oporto que luego comercializaba Sáenz
Briones con el nombre “El Abuelo”. Hasta hay lugar para la polémica: nunca
quedó del todo claro si fue él quien sugirió hacer una fiesta de la vendimia
para mostrar al país las cualidades del vino. Tras su fallecimiento en 1946 a
la empresa aún le quedaban varios años de bonanza por delante. En los 60 y 70
llegaron a consolidarse en el mercado del Champagne a través de las marcas
Protocolo, Vigal y Santa Silvia. Además, por las mismas décadas elaboraban la
borgoña Carta de Plata, el oporto Palacios y el jerez Don Juan. En los años 80
arranca una cruda decadencia, y luego de varios años de abandono llega el
remate de los terrenos de San Juan en 1997. Llegaría un período de intenso
abandono y robo del material que quedó, junto a volverse una zona bastante
insegura. Su suerte empezaría a cambiar en 2012, cuando se anuncia la
expropiación de los terrenos para la creación de un centro cultural y
polideportivo: un anuncio más de los que varias veces se plantearon hacer con
ese sitio, pero el que más lejos pudo llegar. Llegó a soñarse (demasiado) en
grande alguna vez e idearse una especie de parque temático infantil que rápidamente
fue inviable por sus costos. La última foto es de principios de 2018: aún puede
leerse el nombre La Superiora alrededor de la obra que comenzó recién en 2016.
Se hizo todo lo posible para mantener el casco histórico del edificio: dentro
de él habrá un paseo de artesanos, un microestadio, un museo dependiente de la
Universidad Nacional y otros elementos difíciles de imaginar hasta que estén a
la vista. Sin dudas, una acción que el mismo Manuel Lemos le hubiera gustado
ver.
El Gran libro de las Marcas fue una recopilación de envoltorios, envases, publicidades y avisos sobre muchos productos: golosinas, galletitas, chocolates, alimentos, bebidas, medicamentos, productos de limpieza, cosmética, perfumería, higiene, etc. Lo comencé en 2002 y lo terminé en 2006. Llegamos al 2012 y, 10 años después, y con las posibilidades de interacción de la actualidad, decidí retomar las colecciones para agrandarla aún mas. Con el propósito de compartir los logros realizados en esa vieja y en esta nueva etapa, se crea este blog. También será el canal de comunicación para todos los que se ofrezcan a vender cosas que ustedes tengan, y así agrandar la colección. Saludos y ojalá que lo disfruten!
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