El Gran libro de las Marcas fue una recopilación de envoltorios, envases, publicidades y avisos sobre muchos productos: golosinas, galletitas, chocolates, alimentos, bebidas, medicamentos, productos de limpieza, cosmética, perfumería, higiene, etc. Lo comencé en 2002 y lo terminé en 2006. Llegamos al 2012 y, 10 años después, y con las posibilidades de interacción de la actualidad, decidí retomar las colecciones para agrandarla aún mas. Con el propósito de compartir los logros realizados en esa vieja y en esta nueva etapa, se crea este blog. También será el canal de comunicación para todos los que se ofrezcan a vender cosas que ustedes tengan, y así agrandar la colección. Saludos y ojalá que lo disfruten!

miércoles, 3 de diciembre de 2014

De Rosario al país (1937)


El resto del mundo no sabemos, pero por lo menos a fines de los 30 se ve que era muy común el poder adquirir en cualquier sitio este producto ya desaparecido: polvo para hornear Levarol. A pesar de que todos recordemos únicamente a Royal como marca de polvo para hornear, se ve que en algún momento esta marca supo darle un poco de batalla. No sabemos si esta firma era de mejor calidad que Royal, pero por lo menos eran más sinceros: desde la propia publicidad le quitaban misticismo al término "polvo para hornear" y trataban al compuesto por lo que era: levadura y nada más (algo deducible desde su nombre). Al igual que tantas marcas de la época, más que publicitar mediante avisos tradicionales, conseguían ser tomados en cuenta gracias al lanzamiento de novedosos recetarios, siendo los de Levarol los que privilegiaba obviamente platos referidos a la pastelería, con el detalle de publicar inclusive en contratapas. Y por supuesto, siempre refiriéndose unicamente a mujeres, las cuales siempre eran amas de casa (la única empresa que dirigía sus recetarios a personal doméstico era paradójicamente el frigorífico "La Negra") Otra manera de publicitar el producto fue gracias a Niní Marshal, que con su personaje Cándida (una mucama) irrumpía los diálogos de su patrona metiendo entre sus diálogos el mencionado producto, por jemplo: “Oija, niña... Hice una torta y le puse el Levarol ése, que mal rayo lo parta, hájase cuenta que la masa se fue hinchando más y más hasta que salió de la asadera, llenó todo el horno y a la final espelotó y me ha enchastrado toda la cocina y...” y hasta ahí llega el recordatorio que está escrito en su libro de memorias. Pero lo que ha logrado perdurar en el tiempo son sus prestigiosos recetarios, los cuales siguen siendo vendidos desde Internet. Hasta fines de los años 50 se sabe que esta marca seguía existiendo, pero a partir de los 60 se ha perdido completamente el rastro. Lamentablemente no se sabe qué fue de esta marca, ni mucho menos qué pasó con la fábrica rosarina que lo producía. Pero en manos de gente muy memoriosa, seguirá existiendo el recuerdo de esta versión nacional del polvo para hornear, aunque ignoremos su calidad.

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