Hace 40 años en el medio de tanta guerra e incertidumbre un inocente aviso buscaba darle algo de alegría a las familias galleteras argentinas: la histórica marca de vainillas Capri ampliaba su catálogo y ahora también ofrecía galletitas dulces, las cuales al momento actual (1982) sólo podrán conseguirse en lata familiar pero es inminente la llegada de paquetes individuales. Y así, con esta bonachona caja dibujada (que si hubiera sido a color hubiese sido bordó, naranja y amarillo en orden decreciente), les iban dando la bienvenida a todas esas variedades que explotaron en la década, como las Caruchas, las Glaseadas, las Ensueño, las, Surtido, las Dahianas... hasta galletitas con chips estilo Pepitos.
Pero fueron pasando las décadas y Capri cayó en manos del pulpo Nabisco en 1996, que ya era dueño de Terrabusi. A partir de ahí siguió la historia natural de la multinacional (primero llamarse Kraft Foods y luego Mondelez) sin que les interesara mucho la explotación de la marca histórica, hasta llegar a la desaparición de la marca del mercado sin grandes reclamos.
Hasta que llegamos a 2012 cuando la empresa Hojalmar adquiere la marca y junto a sus productos clásicos se anotaba el poroto de producir las vainillas más famosas del país (las galletitas quedaron para otra oportunidad) aprovechando el recuerdo vigente en los consumidores, algo similar a lo que Soriano hizo en 2011 cuando se quedó con la vieja marca de Terrabusi Bay Biscuit.
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