El Gran libro de las Marcas fue una recopilación de envoltorios, envases, publicidades y avisos sobre muchos productos: golosinas, galletitas, chocolates, alimentos, bebidas, medicamentos, productos de limpieza, cosmética, perfumería, higiene, etc. Lo comencé en 2002 y lo terminé en 2006. Llegamos al 2012 y, 10 años después, y con las posibilidades de interacción de la actualidad, decidí retomar las colecciones para agrandarla aún mas. Con el propósito de compartir los logros realizados en esa vieja y en esta nueva etapa, se crea este blog. También será el canal de comunicación para todos los que se ofrezcan a vender cosas que ustedes tengan, y así agrandar la colección. Saludos y ojalá que lo disfruten!

martes, 9 de junio de 2020

El olor de la nostalgia (1985)

Hubo un tiempo en el que el comercio le daba mucha más bolilla a nuestras narices, y no me refiero a la época en la que vendían en Estados Unidos dispositivos para inhalar cocaína. Nos referimos a un período bien enterrado en la historia donde se comercializaban productos para estimular el olfato. Por ejemplo, sobres con olores que debían abrirse y olerse en determinado momento de una película o un programa de tv. También tuvieron su hito de popularidad alguna vez las lapiceras con tintas bien olorosas para pasarte oliendo una hoja durante un largo rato. De esa invención de principios del siglo XX la idea se fue sectorizando hacia algo infantil, y allí apareció un nicho interesante durante algún tiempo. Nos situamos en 1985 y esa temporada la compañía Cromy lanza sus tradicionales álbumes de figuritas, los cuales aún no disponen de la cualidad de ser autoadhesivos así que hay que arreglárselas con plasticola en el mejor de los casos o directamente con engrudo, algo no muy preferido por los niños meticulosos que verán sus álbumes convertidos en papiros ruidosos.
Ese año apareció una colección de figuritas de una vieja conocida: era la inocente hasta el paroxismo Frutillita, que para esa época ya llevaba dos álbumes previos exitosos. La nueva colección incluía nuevos "amigos" los cuales no resultaron ser otros que los Ositos Cariñositos. Pero en el medio de este injerto de seres insoprotablemente adorables se colaba una grandiosa novedad: el concepto "Raspá y Olé", un simbolito que aparecía identificado con un elefante. Los infantes sabían muy bien lo que ese elefante significaba. Ese producto contenía papeles que desprendían distintos tipos de aromas. Lógicamente el de Frutillita tenía olor a dicha fruta (no a la verdadera sino a lo que artificialemnte entendemos como "olor frutilla") pero también aparecerían otros olores siempre agradables para degustar varias veces. Todo era encanto hasta que algún inadaptado, por verdadera maldad, por querer hacer un desafío o por verdadera ignorancia, se disponía a lamer la figurita esperando encontrar algún sabor atrayente como el aroma. Siempre el resultado era bien desagradable, ya sea para el desafortunado engañado o para el dueño original de las figuritas, que veía cómo eran arruinadas de la peor forma. 
Al año siguiente los Ositos Cariñositos se agrandaron y directamente tuvieron su propio álbum con el mismo sistema Raspá y Olé. La esbelta y rubia Barbie también tuvo su álbum oloroso. Va quedando claro que estas figuritas se las solía relacionar con el mundo femenino, pero no fueron pocos los varones que aunque sea a escondidas tenían sus figuritas para oler aunque sea dentro del cóset de olfateadores sin que se enteren tus padres. Ahí estaban siempre disponibles agradables olores de sandía, banana, helado tutti frutti, chocolate, etc. A diferencia de otros productos infantiles estas figuritas zafaron de los mitos urbanos: jamás fueron malinterpretadas como portadoras de droga a la salida de los colegios y nada de eso. Pura bondad y olfato, o mejor dicho: un complejo sistema de microcápsulas que liberaban aroma desarrollado por la empresa perfumera Arcade, llamado originalmente "scratch and sniff"que carecía de fantasía o misterio.
El negocio de Cromy fue tomando forma y en simultáneo a los álbumes se fueron lanzando con igual de éxito una línea completa de artículos de librería /y no tanto) Raspá y Olé: stickers para pegar donde quisieras, cuadernos, carpetas, naipes, anotadores... todo lleno de muy estimulantes aromas que aparecían luego de raspar. Y entre medio de esos productos está el que exhibimos hoy: los papeles carta (con sobre incluidos) marca Cromy - Raspá y Olé, de 1985. De esa manera se unían dos modas ochentosas: los olores de los que ya venimos hablando pero también el coleccionismo de papeles carta de diferentes colores y motivos, utilizados sólo a veces para escribirle a otro. Ya de por sí la primer foto nos muestra una frutilla y un arco iris: ya inconscientemente nos estaban vendiendo los personajes de los álbumes de Cromy con sus elementos más representativos. Pero no sólo de frutilla vive el elefante: también estaban los papeles carta de naranja, manzana y banana. Ya se lo deben estar preguntando así que no nos demoramos más: 35 años más tarde estos papeles no han conservado nada pero nada de sus aromas especiales. se han convertido en gemas visuales del pasado, mas no olfatorias. 
No importa: el recuerdo vívido de las figuritas, los cuadernos, estos papeles o sus sobres seguirán firmes en la memoria a pesar de cualquier papel amarillento que la vida le pasó por arriba... un peso que a veces es peor que el de un elefante olfateador. 
  



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