A pesar de los
cambios en la dieta argentina que puede haber existido en estas últimas
décadas, un ingrediente como el aceite Cocinero sigue bien presente como
siempre. No ha sido fácil ser una marga legendaria nacional y lograr mantener
su lugar de privilegio entre los consumidores, sin haber bajado nunca la
calidad. El “Cocinero” que aparecía sobre el nombre del producto fue cambiando
con los años, pero su color fue siempre el inconfundible verde vivo y su logo
con letras amarillas y negro. Todo comenzó en 1925 cuando Molinos Río de la
Plata (aquella empresa fundada en 1902 por Bunge & Born) decidió
diversificar su mercado de granos y cereales siendo la elaboración de aceites vegetales
su nuevo fuerte. Con el correr de los años Molinos desarrolló varias marcas en
ese rubro, como Patito, Gallo, Lira, Río (el aceite de uva), La Patrona, Ideal
o Fritolim, el aceite en aerosol. Sin embargo, el rey indiscutible fue siempre
Cocinero, la marca que rápidamente se volvió una marca registrada con sus
pintorescos envases: una lata verde gigante o bien una no muy pequeña botella
color caramelo retornable, aunque también supo venir de color verde como la 7up
y hasta con un muy práctico y necesario pico vertedor. En la memoria de muchos
niños durante los años 30 a 80 recuerdan perfectamente este tipo de botellas,
popularizadas también entre las marcas de otras compañías, como 7 días (de
Sasetru), Armour, Valdivia, Uspallata, Vicentin, Olavina, Santa Teresita, etc. Tan
relacionado está este aceite a la idiosincrasia argentina que nunca hubo
confusión respecto a un aceite español que existe desde la misma época, llamado
“El Cocinero”, u otro que se llama exactamente igual pero es del Perú. La
manera de publicitarse casi no ha tenido grandes modificaciones: apelando al
ambiente familiar, la mujer bien peinada y eterna ama de casa seducida por la
calidad excepcional de un aceite publicitado con un cocinero sonriente ha sido
una constante en todas estas décadas de vida. Nuestra primera imagen es de
1953, con unos niños espiando cómo se condimenta una ensalada. Podemos ver
entre estos purretes de pantalones cortos al slogan que caracterizó durante
bastante tiempo a Cocinero: “el aceite verdadero”. La siguiente publicidad
corresponde a 1964, y el monedero que hoy llamaríamos “de viejita” aparece bien
presente como un símbolo de esos años. En el siguiente aviso nos trasladamos a
1972 donde una simpática chica peinada a lo Evangelina Salazar nos da el visto
bueno de Cocinero para su ensalada de tomate, cebolla y lechuga, tan inmutable y
vigente como la del primer aviso en blanco y negro. Como gran parte de las
empresas nacionales, la década del 90 representó gigantescos cambios, ya sea en
su estética como en sus propietarios. En esta década desaparece definitivamente
la botella de vidrio y se impone la de plástico descartable que aún perdura. A
fines de dichos años (y luego de ser muy importantes influyentes en la economía
y política argentina, sobre todo en los años 70 y 90) Bunge & Born comienza
a vender todos sus activos para dedicarse, como en aquellos simples años 20, a
comercializar cereales. Molinos, su nave insignia, pasa a manos de Perez
Compacn y se introducen más cambios al clásico aceite. En 2003 veremos por
primera vez un Cocinero Light, a tono con las nuevas exigencias del nuevo
milenio. Eso sí… por fin la ensalada ya no tiene sólo tomate y lechuga! Varios
nuevos sabores además aparecerán: aceite de soja, aceto balsámico, tipo “alto
rendimiento” y hasta aderezos líquidos. En estos últimos años el nombre Molinos
está desapareciendo de todos sus productos (incluido el aceite) luego de muchos
años de gran exposición, pero ello no implica por el momento una cambio de
dueños ni mucho menos. Y ya desaparecieron hace rato, pero como vemos en una
foto actual aún deambulan por los barrios las viejas latas de Cocinero, aunque
sea como recipiente de una canilla. Una antigua lata que, de no ser porque dice
bien claro que contenía aceite comestible “mezcla”, un niño de esta generación
podía llegar a confundirla con un tacho para nafta o lubricante…
El Gran libro de las Marcas fue una recopilación de envoltorios, envases, publicidades y avisos sobre muchos productos: golosinas, galletitas, chocolates, alimentos, bebidas, medicamentos, productos de limpieza, cosmética, perfumería, higiene, etc. Lo comencé en 2002 y lo terminé en 2006. Llegamos al 2012 y, 10 años después, y con las posibilidades de interacción de la actualidad, decidí retomar las colecciones para agrandarla aún mas. Con el propósito de compartir los logros realizados en esa vieja y en esta nueva etapa, se crea este blog. También será el canal de comunicación para todos los que se ofrezcan a vender cosas que ustedes tengan, y así agrandar la colección. Saludos y ojalá que lo disfruten!
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