Para estas épocas invernales el chocolate es lo ideal, y hoy
a colación recordaremos ese extraño invento que Bagley (cuando era Bagley y no
Danone-Arcor) creó en 1992.
Se trataba del Camille Bloch, una marca de chocolates suizos
que a partir de ese año podían conseguirse importados pero también iba a
empezar a fabricarse en la Argentina. Hacen bien si a estas alturas se están
preguntando “Pero ¿Cuál es el sentido de hacer en la Argentina un chocolate que
se trae directo de Suiza, o por qué se decidiría comprar el nacional si tengo
el original?” porque en esta publicidad Bagley aclaraba que no eran los mismos:
venían de Suiza 6 sabores importados (clásico, blanco, con café, con almendras,
con marroc y amargo) mientras que los elaborados bajo supervisión suiza en el
país eran apenas 3, incluido el infaltable “con leche”.
A todo esto… qué es Camille Bloch? Es el nombre del fundador
de la susodicha empresa fundada en 1929 en Berna (Suiza obviamente) y que en la
actualidad sigue existiendo siendo manejada por uno de los herederos, ocupando
el cuarto lugar en el ranking de empresas chocolateras mundiales y que lo más
cercano que les quedó de algo argentino es una línea que fabrican que se llama “Torino”.
Fuera de eso, de este extraño experimento noventoso no quedan rastros.
Muchos menos rastros quedaron de la Bagley auténtica, ya que
luego de venderse a Danone en 1994 y recortar gastos tras la crisis de 2001
suprimió su división de chocolates jubilando sus chocolates para taza, el Graffitti
original, el mítico Tubby y hasta el Chocolino, que pasó a manos de La Virginia…
Esto a Ricardo Fort no le hubiera pasado!
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