A lo
largo de todos estos años en El Gran Libro de las Marcas nos dedicamos a
reseñar y hablar de una grandísima cantidad de productos de los más variados,
pero por primera vez nos animamos a realizar una crítica un producto del que no
habíamos hablado nunca: por primera vez vamos a describir y reseñar un
electrodoméstico. Vamos a hablar también de un producto que se creía en desuso
hace muchos años pero volvió con el afán de querer seguir diciendo que es capaz
de producir un alimento tan futurista como el yogur casero.
Las
yoguerteras fueron una impactante novedad allá por los años 60, y de manera muy
general podríamos decir que vivieron su esplendor hasta los 80. De ahí en más,
la globalización las venció y la mayoría de los hogares compraba directamente
los lácteos en el supermercado. No obstante, en los últimos años el auge de
querer volver a lo natural (y ahorrar en el camino) fue generando en el mundo
que este tipo de artículos vuelvan a tener sus seguidores. La yogurtera que
conseguimos es marca Atma, y pertenece a un modelo que se lanzó al mercado en
2015. De su misma generación han aparecido modelos Moulinex, Tefal y Yelmo,
sólo por nombrar la competencia más famosa. Existió en los 70 una marca
denominada Yogurlac, y es casualmente el mismo nombre de una empresa láctea
mendocina en la actualidad: se desconoce si hubo relación. Lo que diferencia a
éstas yogurteras a las de antaño es que suelen contar con un timer electrónico (como
el que se ve en las fotos) para no tener que andar calculando a qué hora hay
que sacar la mezcla.
Tanto
los artefactos de antaño como los actuales mantienen la misma mecánica:
tarritos de vidrio (uno o muchos) que se llenan de leche y se le puede agregar
3 cosas: o un yogur “sabor natural” comprado, o probióticos en polvo que
supuestamente se consigue en farmacias o un yogur creado previamente por la
misma máquina. Este preparado (al que hay que agregarle un poco de leche en
polvo para más consistencia) se conserva a varias horas dentro de un recipiente
que mantiene una temperatura constante de 40 grados: el clima ideal para que
las bacterias de yogur desarrollen una orgía láctea y se reproduzcan en miles
de millones. Al cabo de varias (pero varias) horas, se habrá logrado un yogur
casero de buena calidad que ayuda a ahorrar en la casa para quienes quieran
comer de este tipo de productos pero además se lo puede utilizar de materia prima
para otras recetas y hacer queso untable, helados, bizcochuelo… hasta aderezos
salados a base del inocente yogur. Sólo algunos de los consejos que aparecen en
el recetario que viene incluido con la máquina… pero no trae instructivo sobre
cómo hacerla funcionar! Eso se deberá googlear…
Tras
haber conseguido comprar esta yogurtera usada (pero con un solo uso) nos
dispusimos a hacerla funcionar: la gran decepción con la que uno se encuentra
con estos aparatejos es que son tremendamente lentos a la hora de fabricar
yogur: entre 8 y 12 horas son necesarias para que se pueda crear algo agradable
y comestible como queremos. Pueden estar más tiempo todavía, pero de ser así el
yogur saldrá demasiado ácido. La temperatura de la leche debe ser lo más cerca
al ambiente: en una oportunidad se colocó leche demasiado fría (recién sacada
de la heladera) y salieron yogures demasiado blandos. Luego se colocó leche al
borde de hervir, y resulta que las bacterias mueren pasados los 45 grados, así
que luego de varias horas sólo se obtuvo leche caliente. El éxito fue colocar
leche tibia junto al yogur primordial, además de las cucharaditas de leche en
polvo ya nombradas. Después, mínimo 4 horas en la heladera.
El
resultado es bastante bueno: oler un pote de yogur natural Sancor o La
Serenísima o uno producido por esta máquina no genera ninguna diferencia. Son
comestibles incluso sin agregarles azúcar o edulcorante: en los casos en los
que sí salió un yogur aceptable, se probó mezclarlo con cereales, cacao,
mermelada y dulce de leche, y en todos los casos quedó algo muy rico con sus
matices de sabor. Igual no hay mucho tiempo para experimentar: se deben comer
los yogures a los pocos días de preparados, porque al no contener los
conservantes industriales, se echan a perder fácil.
Para
consumidores frecuentes de yogur como yo, es una excelente idea portar con algo
así, aunque son para sentarse a esperar una gran cantidad de horas hasta que
estén aptos. Pueden hacerse sin necesidad de contar con el aparato: debe
buscarse un recipiente (suele recomendarse el horno) para que durante el tiempo
de preparación conserve exactamente los 40 grados de fermentación. Es por ello
que para los vagos es preferible un aparato así, que se limita a visar cuando
el tiempo pasó y despreocuparse.
Como
nueva experiencia es algo muy recomendable, pero se advierte que cuando más
ganas tengan de querer comer yogur, va a ser cuando todavía no esté listo…
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