El Gran libro de las Marcas fue una recopilación de envoltorios, envases, publicidades y avisos sobre muchos productos: golosinas, galletitas, chocolates, alimentos, bebidas, medicamentos, productos de limpieza, cosmética, perfumería, higiene, etc. Lo comencé en 2002 y lo terminé en 2006. Llegamos al 2012 y, 10 años después, y con las posibilidades de interacción de la actualidad, decidí retomar las colecciones para agrandarla aún mas. Con el propósito de compartir los logros realizados en esa vieja y en esta nueva etapa, se crea este blog. También será el canal de comunicación para todos los que se ofrezcan a vender cosas que ustedes tengan, y así agrandar la colección. Saludos y ojalá que lo disfruten!

miércoles, 20 de agosto de 2014

Vecina llegó el sodero (1986)


Durante décadas la Argentina era un país extremadamente consumista de soda, incluso a la altura de los grandes consumidores mundiales como Italia o Inglaterra. Este fenómeno se populariza a partir de los años 30, y ya para los años 60 se decide crear un modelo de industria para este producto y de esa forma establecer la reglamentación, tecnificación y capacitación de personal sobre algo que parece simple pero evidentemente requiere una complejidad y un proceso estricto que no es para cualquiera. Los que se encargaron de desarrollar esto fueron los dueños de distintas empresas fabricantes de soda, las cuales se agruparon todas bajo la sigla IVESS (Instituto Verificador de Elaboración de Soda en Sifones). Por aquél entonces el envase era de vidrio, y el sabor era notoriamente diferente al actual, donde la soda sigue sobreviviendo gracias al envase descartable. En 1986 dicha organización desarrolló esta serie de publicidades en donde con una simpleza admirable aparece el slogan clásico de dicha empresa, que hasta no hace mucho aparecía hasta en jingles de radio. Increíblemente, todas las normas y reglamentaciones establecidas desde 1965 perduran hasta la actualidad. Debe haber sido por ello que este producto tan clásico como nostálgico logró aguantar, a partir de los años 90, una violenta competencia por parte de las gaseosas, primero, y aguas saborizadas después, productos con valor agregado que hasta esa época se reservaba para eventos especiales y que de a poco se masificaron para la diaria. Atrás quedó la era del sifón de vidrio, cuyo color definía el estrato social sobre a quién estaba dirigido el producto (verde: clase media, rosado: clase alta). Aunque ya no vengan sifones con tanto diseño como el del aviso, está visto que le queda mucha vida por delante, mucho más que lo que dura un vaso al que se le va el gas. Y para los nostálgicos conservadores que les sigue haciendo ruido la soda moderna, se pueden dar una vuelta por el Museo de la Soda, o afiliarse al Club del Sifón, y añorar viejas épocas... 

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