Los chicos de la
actualidad deben de creer que en el pasado se inventó la rueda al mismo tiempo
que los Cd’s y DVD’s, ya que previo a ellos los inventos tecnológicos se
caracterizaban por ser muy estilizadamente cuadrados. Del VHS ya hablamos y
hablaremos mucho, pero no por eso podemos olvidar a su amigo inseparable de
aventuras, el casette. En las fotos lo vemos en sus épocas de oro, precisamente
el año 1979, publicitado tanto por Sony como por Hitachi. Casette significa
“cajita” en inglés, y eso es básicamente lo que era. Este tipo de “cintas”
(como también de los denominaba, siendo un término compartido con los VHS) la
historia los vinculó muy fuertemente al mundo de la música. Esto es innegable,
pero ello no significa que únicamente sirvieran para eso: eran capaces de
guardar todo tipo de datos, así que una parte de la historia de los primeros videojuegos
está reservada para ellos. Como todo invento humano fue usado para el bien como
para el mal, aunque el “mal” que pueden haber hecho en este caso es discutible: se los estigmatizó
durante años por ser los responsables de la crisis de la industria discográfica
debido a que eran tan fácilmente regrabables. Tuvieron que soportar durante
años estar retratados como calaveras junto a dos tibias en stickers detrás de
los discos de vinilo, tratados directamente de delincuentes. Nunca pudo quedar
del todo claro si lo que “mataban” eran los negocios de las discográficas o la
verdadera cultura musical de un país. Todo en ellos era un ritual: comprarlos
nuevos en las disqueras, cuidarlos para no destruirles su cinta interna,
usarlos para grabar música sin pisadas de la radio o hasta el audio de la tv,
copiar juegos “piratas” (ay que feo!), aparecer metidos dentro de modernos
grabadores en las notas y entrevistas a figuras trascendentes durante años, ser
vendidos por tonelada en cursos para cualquier objetivo difícil (como aprender
un idioma, dejar de fumar o bajar de peso), ir en la cintura de los
adolescentes con Walkman, rebobinarlos con una lapicera Bic, adelantar a loco
hasta llegar al bendito tema que en realidad queríamos escuchar, no escuchar el
otro lado por fiaca… hasta el ruidito de sacarlo de sus cajitas de plástico y
meterlo a los grabadores es algo irrepetible en todo sentido: porque es difícil
de olvidar y porque es algo que ya no se hace más. Luego de muchos años en
pleno auge, los queridos años 90 los empezaron a jubilar lenta y dolorosamente.
El artificial e impersonal CD se quiso quedar con todo y generó que nombres
como TDK, Maxell o BASF sonaran a algo viejo. Pero la historia no se puede
borrar y en ellos queda el legajo de haber ayudado tanto a la difusión de la
cultura de toda una generación, siendo tan rústicos que eran capaces de
soportar muchos tipos de agresiones, asegurando que un hijo muchos años después
encuentre la música de su papá en un viejo cajón. Siendo también tan económicos
al lado de los LP, estando siempre del lado de los de menos recursos que
querían estar con los hits de moda al igual que las clases dominantes, un
fenómeno visto tanto entre chicos de una escuela como entre países de Primer y
Tercer Mundo. Siendo tan feos de aspecto, un look que le quedaba pintado a los
fenómenos Punk, Rock Undergound y Grunge. Además, su calidad de sonido no ha
podido ser igualada ni por los CD’s ni por el MP3. No por nada siguen
existiendo bandas que prefieren grabar sus trabajos así para mantener mayor
fidelidad, y lo mismo ocurre con audiófilos que encuentran en ellos lo más
cercano al sonido original. Hasta su reparación resulta una obra de arte: desmontar
los plásticos con un destornillador o un cuchillo, recortar milimétricamente
regiones para luego ser pagadas con esmalte de uñas o cinta adhesiva y mil
trucos más. Así que para el que hace mucho no lo hace o para el que
directamente no lo hizo nunca, que haga la prueba de buscar un aparato que los
reproduzca y se dedique a explorar los que aún son guardados en sus casas: la
experiencia vale la pena!
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