Pocas golosinas
milenarias quedan en el mercado argentino tan emblemáticas como las pastillas
DRF. Porque a pesar de ser un producto completamente de otra época, ha tenido
la increíble capacidad de sobrevivir hasta la actualidad en tiempos de
golosinas mucho más sofisticadas. Hace rato cumplieron el centenario de vida:
nacieron en 1914 en Caballito, siendo creadas por Darío Rodríguez de la Fuente.
103 años más tarde a su creación, el nombre de quien tuvo la idea de
desarrollar estas pastillas (inicialmente sólo de menta, denominada “peppermint”)
permanece de manera inmutable en sus envoltorios. Acorde a este tipo de
productos para la época, las DRF se comercializaban en las farmacias de
entonces. Sin embargo, con el correr de los años fueron trasladadas a su
tradicional sitio, los kioscos, para no irse de ahí nunca más. Para conseguir
suplir esta nueva demanda, las DRF pasaron a fabricarse en una planta inglesa,
siendo sólo el envasado lo producido en la Argentina. Esto no alteraría el
éxito ni la calidad de las pastillas, que empezaban a ganar premios y
felicitaciones a lo largo de varias exposiciones y ferias internacionales. No
pasaría mucho tiempo hasta que fueran apareciendo nuevos sabores: del
tradicional sabor menta se sumaron rápidamente el mentol y el amado y odiado
sabor anís. A diferencia del logo, los colores de los envases no cambiaron
nunca: verde es menta, mentol es rojo y azul es anís. Justamente este último
sabor alejado de la idea de refrescar y más pensado para simplemente saborear
fue la puerta de entrada a que varios años después vieran la luz los sabores
limón y naranja. La primera imagen corresponde a 1970, la mejor época
publicitaria de la marca, donde aparecía constantemente anunciada en revistas
infantiles como Anteojito o Billiken, siempre rodeadas de niños jugando. Para aquél
entonces la producción de pastillas había sido repatriada: desde 1968 empezaron
a realizarse nuevamente en el país junto a sus eternos hermanos, los caramelos en
lata y gomitas de Billiken. Para 1980 volvían a trasladarse a su hogar
definitivo, es decir una planta ubicada en las Heras, provincia de Buenos
Aires. La situación vuelve a cambiar en 1992, cuando Bonafide pasa a distribuir
estas golosinas. Uno de los principales cambios fue la paulatina desaparición
de publicidad referida a la marca: las pastillas pasaron a ser compradas
únicamente gracias a que los consumidores se acordaban de ella con cariño. Otro
cambio de época respondía a que los nuevos niños de los 80 y 90, más adeptos a
cosas dulces en serio, preferían definitivamente los sabores limón y naranja;
aquellos sabores que en 1970 se consideraban para chicos se habían convertido
en variedades “para gente grande”. Bonafide desde 1990 formaba parte de la
chilena Carozzi, quienes conservaron ese privilegiado sitio hasta 2012, cuando
se unen a Molinos Río de la Plata para crear la Compañía Alimenticia Los Andes
(CALA) y manejar juntos las pastillas DRF y todos sus nuevos parientes: el
Chockman, el Mecano, el Nugaton, las golosinas Billiken, etc. Ese mismo año
Molinos se queda con todas las marcas (excepto por Bonafide y el Nugaton) hasta
2014, cuando le venden DRF y Billiken a Mondelez: el resto pasa a la familia
chilena Bofill quienes con el tiempo le traspasan todo a Carozzi nuevamente.
Este cambio benefició un poco a DRF: como veremos en la tercer imagen, luego de décadas de estar frizadas por sus
ingratos dueños anteriores, volvieron a tener publicidad en los medios por sus
100 años de vida mientras salían al mercado nuevas variedades sin azúcar y
sabor eucalipto y frutos rojos. Lamentablemente, un año después de tantos
cambios ya sólo podían conseguirse los gustos de siempre. El cilindro que se
puede comprar en la actualidad de pastillas es el que vemos en la segunda foto:
el diseño de las letras se mantiene vigente desde hace 25 años (en las
pastillas se mantiene en relieve el logo clásico), y manteniendo la misma
calidad de siempre cargando la solemne etiqueta de ser la pastilla más antigua
del país. En estos últimos años varios críticos no quieren a estas pastillas
simplemente porque son “de abuela”, pero siguen siendo consumidas como desde
hace más de 100 años. Eso sí, lamentablemente para quienes les gusta comer
pastillas así un paquetito no alcanza, volviéndose un mal negocio comprarlas. Como
sea, las inocentes pastillas siguen presentes en el kiosco aguantando todo tipo
de ninguneadas históricas, pero aun así manteniendo vigente la muy probable
premisa que las DRF de Don Darío van a enterrar a todas las demás golosinas en
algún momento…
mis preferidas son las de Naranja , cambiaron las de maranja,, ahora son àcidas , una làstima. No cambien los sabores originales . Si les parece sigan agregando gustos. Pero no cambien por favor esos sabores originales , que eran dulces . gracias.
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