El Gran libro de las Marcas fue una recopilación de envoltorios, envases, publicidades y avisos sobre muchos productos: golosinas, galletitas, chocolates, alimentos, bebidas, medicamentos, productos de limpieza, cosmética, perfumería, higiene, etc. Lo comencé en 2002 y lo terminé en 2006. Llegamos al 2012 y, 10 años después, y con las posibilidades de interacción de la actualidad, decidí retomar las colecciones para agrandarla aún mas. Con el propósito de compartir los logros realizados en esa vieja y en esta nueva etapa, se crea este blog. También será el canal de comunicación para todos los que se ofrezcan a vender cosas que ustedes tengan, y así agrandar la colección. Saludos y ojalá que lo disfruten!

domingo, 2 de julio de 2017

Hay un bicho en mi llavero (1997)

Nota sobre los Tamagotchis, más precisamente los hijos de los Sea Monkeys, padres de Los Sims y abuelos de la mascotita Pou. Aparecen los términos “creatidad” y “en definita”: se sospecha que el redactor estaba jugando con un Tamagotchi y en realidad quiso poner Creatividad y Definitiva.

Señoras y señores, con nosotros acaba de nacer una nueva moda en el mundo de los juguetes: de alguna u otra manera, los denominados fidget spinners han pasado a ser conocidos por gran parte de la gente. Por haberlo vistos en los medios o en la calle, rápidamente se han vuelto populares al extremo. Semejante juguete, el cual no es para nada barato, es comprado por muchísimos padres y chicos sin siquiera saber muy bien para qué serviría o qué van a hacer el día que pierda la gracia de estar de moda. Además de no conocerse su exacta función, el juguetito despierta polémicas en colegios e institución es educativas y genera que maestros, psicólogos, psicopedagogos, filósofos, etc sean llamados a explicar este fenómeno. La indignación para muchos es enorme, pero no todos están teniendo presente que hace 20 años polémicas muy similares se estaban dando debido a la llegada de otro juguete que se volvió mítico con el tiempo: los famosos Tamagotchis. En esta nota de Para Ti de 1997 se describe una radiografía completa sobre este curioso aparatito, y las similitudes con los spinners aparecen en varios puntos: hay más detractores que defensores, que provoca distracción a la hora de clase, que les anula la “creatidad” (deben haber querido escribir “creatividad”), que los vuelve muy dependientes, que los chicos son más inteligentes que los grandes y saben que es sólo un juguete y no más que eso, que se ponen ansiosos por comprarlo y se aburren rápidamente, que son prohibidos en escuelas y que se venden en cantidades industriales. A su vez aún hay cosas que con estos aparatitos sí ocurrieron y es más difícil que pase en la actualidad: que se desarrolle un capítulo completo de Chiquititas dedicado a ellos, por ejemplo. Seguramente, entre las grandes obras y disertaciones hechas por Jaime Barylko jamás anotaron su opinión sobre los Tamagotchis, pero a pedido de la revista de cabecera de Coti Nosiglia (alias Boluda Total) dio un contundente veredicto que bien podría adaptarse a los actuales celulares. Justamente ellos fueron los encargados de “resucitar” (un término que a la directora del colegio religioso Jesús María no le gustaría escuchar) el juego por medio de aplicaciones que emulan su estilo o bien lo copiaron con otro nombre. Al momento de la publicación de la nota, el Tamagotchi tenía apenas 1 año de vida junto a los humanos: nació en 1996 de la mano de Aki maita y su nombre deriva de las japonesas “tamago” (huevo) y “wotchi” (reloj). En esta especie de cápsula-llavero había una pequeña pantallita de LCD donde aparecía un personaje (podía ser un pato, un conejo, un gato, un robot o inclusive algo parecido a un humano) al que se le podía dar de comer, enseñarle trucos, cuidarlo para que no enferme, alimentarlo y por supuesto jugar mucho con él para que no muera de aburrimiento: “El verdadero es el que nunca se muere”, sabía decirse en sus publicidades televisivas en canales infantiles, al igual que las ventajas de que se trataba de una mascota que no dejaba desechos ni costaba alimentarla, salvo el gasto de unas pilas. A pesar de muchos esfuerzos, gran parte de ellos perecían y ya no servían más: una crucecita cristiana (otro horror de los colegios religiosos) aparecía en la pantalla indefinidamente. Recuerdo alguna vez haber encontrado enterrado en la tierra un aparatito de éstos con la lúgubre imagen de la lápida de la pobre mascota. La moda en el país no fue más allá de 2001, pero en su Japón natal continuó hasta la actualidad de miles de formas: versiones mini, a colores, aptas para conectarse con otro Tamagotchi, especiales de series animadas (como Digimon), adaptaciones para Game Boy, Nintendo DS y Wii… hasta se hizo una película sobre ellos en 2007! Y metiéndonos en el mundo del merchandising obviamente hubo figuritas, cd´s musicales, serie de televisión, peluches, agendas y mil cosas más. A ello se le pueden sumar las muchas imitaciones que existieron fuera de los oficiales comercializados por Bandai (creadores también de los juguetes de los Power Rangers, Dragon Ball, Ben 10, Sailor Moon y Thundercats) y páginas de aficionados dedicadas a funcionar como “cementerio virtual” de los bichos. Locuras que los desarrolladores de los Sea Monkeys (también nombrados en la nota) ni se hubieran imaginado pero que si hubieran estado disponibles en su tiempo lo hubieran hecho sin ninguna culpa. En fin, este tan bizarro juguetito electrónico japonés alguna vez fue tema de debate nacional y pasó a la estantería de los juguetes de moda, como alguna vez supo ocupar el trompo, las balitas, el diábolo o el tiki-taka. Será cuestión de tiempo para que los spinners se trasladen allí también, girando y girando sin parar…   

Los Fidget Spinners en primera persona. Tener uno de ellos en la mano (o mejor aún, varios de ellos) resulta algo simpático pero hasta por ahí nomás. Los hay con luces y sonido, como cajita musical. Cuestan fortunas en la calle y también en Mercado Libre, donde da pelea junto a Tamagotchis nuevos y viejos y Sea Monkeys sin abrir…

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